AMORES PERROS

Los editores de Echemos Vaina no pudieron contener las lágrimas con el relato que nos compartió el señor Máximo Vergara, visitador médico de profesión, refranero en sus tiempos libres y cinofóbico.

Máximo, por “estar bien parado” con el gerente de la compañia Forsasex, es llevado a uno de los congresos de mayor proyección de la región: erecciones fuertes y duraderas. Ya en el evento, a Máximo le llama la atención Norma, una flaca altísima de tez blanca y melena roja y larga. “A buen hambre, no hay pan duro”, pensó Máximo. Nota que a pesar de carecer de curvas y de ser posiblemente heredera de los atributos físicos de su padre, tiene una mirada inteligente y un aire inconquistable. Basta eso para que el hombre despliegue sus maniobras de aproximación. “El que mucho piensa, poco hace”, reflexiona Máximo. Al principio, ella lo trata con cauta cortesía profesional, pero a medida que avanzan las horas, el encierro y las diapositivas de los efectos favorables de los estimulantes en distintos tipos de razas, cede algunas sonrisas cómplices. Se sientan cada vez más cerca y cruzan datos sobre su vida privada. Máximo es separado; Norma, soltera y sin hijos: ninguno de los dos llega a los 40 años. Máximo propone seguir la charla en el hotel cuanto antes, “pues el que no arriesga, no cruza el río”. Las muestras gratis de estimulantes ingeridas por el hombre y la intimidad los acercan. En fin. No duermen ni una hora, y al día siguiente la excitación es tan grande que ni bostezan frente a la conferencia sobre activación manual de la bioquímica de las gónadas. Se dedican uno al otro en cuerpo y alma, pues como dice Máximo: “el que parte y recomparte siempre coge la mejor parte”. Durante una larga comida y poco antes de cenar, Máximo ya está tentado a decirle que “amor con amor se paga”, cuando Norma le confiesa que es su primera vez. “Está más feliz que marrano estrenando lazo”, recuerda Máximo.

Ya con un día de noviazgo, Máximo pasa a buscar a su novia por su trabajo, porque “el que busca encuentra”. Norma saca su celular y le dice: "Ahora quiero presentarte al amor de mi vida". No le muestra una foto, sino un video casero. A Máximo se le baja bruscamente la ilusión cuando ve a Capitán. Es un can robusto, de temperamento nervioso, envuelto en un saco de lana rosa y que le ladra de manera amenazante a un doberman y le muestra los dientes. “Mira cómo es de bravero mi Capitán”, se regocija Norma. Enseguida cambia y muestra una serie de imágenes congeladas donde se puede ver al ejemplar en diferentes poses (hablamos del perro). El fastidio de Máximo es notorio. A pesar de saber “que perro que ladra no muerde”, la verdad es que él siente un temor irracional y violento por ellos desde que canes enardecidos por la transpiración que emana, lo acosan, lo corren, lo persiguen y lo mordisquean. "No te preocupes, es mansito”, se ríe la flaca, y enseguida con cierto tono autoritario remarca: “Aunque admito que Capitán siempre ahuyenta lo que no me conviene”. 

En la casa de Norma, el perro percibe el extraño olor de Máximo, le gruñe y le olisquea la entrepierna al sujeto: Máximo piensa que puede castrarlo de un tarascón, quizás por el efecto de los estimulantes que irresponsablemente tomó dos horas antes del encuentro, así que de un manotazo lo aleja, pues “más vale prevenir que lamentar”. Ciega de amor, Norma se encierra con Máximo en su cuarto, ambientada toda la escena de pasión por quejidos y rasguños desesperados (hablamos del perro) y de lenguetazos, babas y jadeos (hablamos de Norma). Cuando todo termina, la flaca se levanta desnuda, abre la puerta para que el perro se meta entre las sábanas y juegue con Máximo. Al parecer, Capitán todas las noches duerme con ella. Mientras este proceso avanza, la experiencia romántica con Máximo involuciona. Estoy “más golpeado que bacinilla de ciego”, comenta . Mientras Norma y Capitán duermen, Máximo con sigilo recoge su ropa y decide poner fin al noviazgo y le escribe un lacónico mensaje: "donde manda capitán no manda marinero".

En la foto Capitán y máximo Vergara.