DECÁLOGO DE LA CONQUISTA AMOROSA
De la
serie Experiencias, del egregio maestro de
las artes turgentes y de la meditación con ronquidos, doctor Yokoi
Toduro, publicamos su decálogo de la conquista
amorosa.
Considerado
por él mismo como un hombre fiel, generoso, siempre atento a
escuchar los problemas o dilemas de su pareja
(siempre y cuando él no esté ocupado meditando), bueno en
las labores de cama (nunca deja una arruga en las sábanas o cobijas
al tenderla), caritativo con sus hijos (incluso con aquellos de los
que no está seguro de ser su progenitor), Toduro nunca tuvo más de
tres esposas al mismo tiempo, sin que ellas se conocieran, y un grupo
de juveniles novias. Su exitoso arte
amatorio es el resultado de una profunda preocupación por la
meditación y el buen aliento, así como por desarrollar alta
destreza en el yoga y en la configuración de piropos y acrósticos.
Yokoi
Toduro escribió esta obra magistral en un momento de crisis
personal, a la que él llamó El verano más frío.
- Empieza por tener fe ciega de que esta noche con estrellas un alma extraviada te conducirá de la mano por los caminos del amor, para, al final, devorarte. Si es un perro el que al final de la noche se te devora la bota del pantalón, ponle fe a la ciega que es dueña del canino.
- Recuerda que como dijo Ovidio, la noche y el vino son aliados y enemigos al mismo tiempo. Esconden los defectos y embellecen lo innoble. De manera que es ella quien debe beber. El vino y el ron son buenos para aflojar, aflojar el discurso empantanado o rociar los silencios incómodos.
- Nunca mientas. A menos que sea estrictamente necesario. Y, la verdad, casi siempre es estrictamente necesario.
- Nunca levantes falsas sospechas. Levanta faldas sospechosas. Arte que requiere de extrema precisión durante el chachachá, cuyos fines son la exploración de terrenos inhóspitos. Por eso recomiendo dejarse crecer las uñas (donde los dobladillos de las faldas se enredan; es el destino, le dirás). Si no te atreves a levantar faldas sospechosas, recomiendo el juego de los espejos: pequeños espejos apuntillados sobre el empeine de los zapatos y jugar a ser el capitán del submarino.
- Cree en el amor a primera vista. Está comprobado científicamente que el amor a primera vista aparece cada cinco minutos en el hombre, dependiendo del lugar en el que se encuentre. Incluso aún estando en prisión o en el zoológico.
- Para romper el hielo no hay como estornudar ruidosa y abundantemente. El evento provocará desconcierto, al principio, humectación, en seguida, y contacto al final (hay que secar siempre a la dama). Efectivo. Relatar cómo acabas de recuperarte de una contagiosa enfermedad, parecida a la sarna, también es un truco interesante.
- Un piropo bien calado la hará sonrojar. O al menos, la dejarás pensando por un rato. Verbigracia: “Quien fuera más bizco para verte cuatro veces”. “Ojalá yo fuera esa flor de perejil que cuelga de tu premolar”. O “quien fuera millonario para pagar la cuenta”.
- Sabias estratagemas como el soplido en el ojo, producto de un mugre, o “el beso esquiniado”, o incluso la donación de besos por los niños de África, están mandadas a recoger. Sé directo. Como dijo el buen poeta Salustio, “el que quiere chupar piña, busca la boca”. Recuerda, las cachetadas son meros adornos del paisaje.
- Invítala de picnic, de paseo por los bosques y la playa, de periplo por el pozo, pero siempre comparte labores. Tareas como cocinar, limpiar, pagar el transporte, comprar los helados y los globos son bastante menos complicadas y dispendiosas que meditar. De manera que meditarás todo el camino.
- El amor es exponencial, como diría el gran Aurelio Baldor. De modo que sugiero empezar por una relación sencilla, saltar a manejar dos o tres en un periodo razonable (tres meses máximo) y sostener siete diferentes relaciones amorosas, sinceras y cordiales (al cabo de un par de años, sobre todo para expertos que han tenido en cuenta los primeros puntos del decálogo). Desde luego que para ello es necesario ser paciente, meditar con frecuencia y usar enjuague bucal hecho a base de coliflor, rábano y soda cáustica.
En la imagen, el maestro Yokoi Toduro ilustrando a un catecúmeno en
el arte de conquistar palomitas, pavas y otras de su clase.
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