EL DESENCANTAMIENTO DE UN MAGO
Para la fiesta de cumpleaños de Echemos Vaina sus propietarios, editores, traductores, peluqueros, barrenderos y terapeutas sexuales, Néstor Nudoshi Pote y Natalicio Carpene, invitaron al famoso mago Teófilo Del Moyo para el cierre del evento.
De tal manera que hoy, a propósito de la magnitud de este suceso, presentamos la historia del Mago Teo del Moyo.
Sus biógrafos concuerdan que su nacimiento sucedió por arte de magia. Su madre, Asunción Del Moyo, sufría de soledad crónica. Quizás el exceso de pelo en pecho, su barba de tres días y su calvicie prematura la hacían menos atractiva que las bellezas de aquel pueblo. Sin embargo, un día Asunción advierte que su estómago ha crecido y considera que debería cambiar su dieta de dos tamales al desayuno, tres al almuerzo y cuatro en la cena, más una botella de vino tinto. Al mes se da cuenta de que el cambio de vino tinto por uno blanco no ha servido para nada. Cuando de sus entrañas nace el que sería el reputado mago, ella recordaría la noche en que por urgencia debió entrar a la iglesia para usar el retrete. Con un solo inodoro en el recinto, Asunción sintió que una presencia religiosa, sin tirantas y con las medias puestas (por el frío), había entrado en el reservado. Fue allí, recordaría Asunción, donde se dio la mágica concepción de uno de los magos más importantes del mundo del encanto, pero sobre todo del desencanto.
Durante su niñez, en aquel pueblo mágico, de encantadores y hechiceros, el joven Teófilo quedó deslumbrado por los trucos que las amigas de su madre practicaban cuando estaban de visita. Por lo general, hacían desaparecer hasta un alfiler. De ahí que que él y su madre vivieran en la miseria. Sus años en la escuela fueron bien aprovechados, dado que todo lo que aprendió le sirvió para su célebre truco de convertirse en burro.
Luego de leer las historias de Houdini, Copperfield y Moisés, notó que cada uno de ellos tenía una asistenta (o asistente en el caso de Moisés) que le cocinaba y le desenfundaba la varita mágica. A su primera asistenta la despidió por develar que la espada del truco de atravesar el cuerpo era blanda y no hacía daño. Fue una situación vergonzosa para él. A la segunda, la echó porque en lugar de sacarle el conejo de la chistera, le sacó dos hijos, un apartamento y una demanda permanente por asistencia alimentaria. A la tercera, Rosa, a pesar de adivinarle las cartas (que ella le escribe a su exnovio), aún la mantiene porque nadie como ella se deja desaparecer las ropas mágicamente por los asistentes a los shows.
El repertorio del mago Teo Del Moyo siempre ha sido original y ha abarcado desde escapismo (un truco de gran ejecución fue el que logró al escaparse de una luna de miel a la que había llevado a la suegra), desapariciones (uno de sus famosas desapariciones fue cuando, frente a un público de 300 espectadores, intentaba desaparecer un elefante, pero lo que terminó desapareciendo fue al público; hoy día nadie sabe dónde están esas 300 almas) y desdoblamientos (su más famosa bilocación ocurrió cuando citó a tres mujeres en ciudades distintas y con las tres intimó al mismo tiempo. Las tres damas quedaron embarazadas por el mago. Él atribuye el éxito del truco a la mezcla de jugo de borojó y olviarse de seguir fútbol en TV por más de dos meses. Aunque los tres bebés que nacieron parecen ser de raza africana, el mago Teo Del Moyo se ha negado a que se practique una prueba de paternidad).
Una de sus últimas y más aclamadas ilusiones la realizó en el Empire State. Levitó por cuatro horas con total éxito, hasta que por un error humano (alguien había cortado una cuerda), Teófilo del Moyo cayó de una altura de 400 metros. Por fortuna, una multitud de aficionados lo recibió con alegría y orgullo (aunque todos ellos perecieron). Con su fortuna compró tres equipos de fútbol (el Nothingham Forest de Inglaterra, el América de Cali de Colombia y el Necaxa de México) y estima a desaparecerlos en menos de un quinquenio. El proyecto va viento en popa.
En la imagen, un joven mago Teo durante su truco de escapismo marital.
De tal manera que hoy, a propósito de la magnitud de este suceso, presentamos la historia del Mago Teo del Moyo.
Sus biógrafos concuerdan que su nacimiento sucedió por arte de magia. Su madre, Asunción Del Moyo, sufría de soledad crónica. Quizás el exceso de pelo en pecho, su barba de tres días y su calvicie prematura la hacían menos atractiva que las bellezas de aquel pueblo. Sin embargo, un día Asunción advierte que su estómago ha crecido y considera que debería cambiar su dieta de dos tamales al desayuno, tres al almuerzo y cuatro en la cena, más una botella de vino tinto. Al mes se da cuenta de que el cambio de vino tinto por uno blanco no ha servido para nada. Cuando de sus entrañas nace el que sería el reputado mago, ella recordaría la noche en que por urgencia debió entrar a la iglesia para usar el retrete. Con un solo inodoro en el recinto, Asunción sintió que una presencia religiosa, sin tirantas y con las medias puestas (por el frío), había entrado en el reservado. Fue allí, recordaría Asunción, donde se dio la mágica concepción de uno de los magos más importantes del mundo del encanto, pero sobre todo del desencanto.
Durante su niñez, en aquel pueblo mágico, de encantadores y hechiceros, el joven Teófilo quedó deslumbrado por los trucos que las amigas de su madre practicaban cuando estaban de visita. Por lo general, hacían desaparecer hasta un alfiler. De ahí que que él y su madre vivieran en la miseria. Sus años en la escuela fueron bien aprovechados, dado que todo lo que aprendió le sirvió para su célebre truco de convertirse en burro.
Luego de leer las historias de Houdini, Copperfield y Moisés, notó que cada uno de ellos tenía una asistenta (o asistente en el caso de Moisés) que le cocinaba y le desenfundaba la varita mágica. A su primera asistenta la despidió por develar que la espada del truco de atravesar el cuerpo era blanda y no hacía daño. Fue una situación vergonzosa para él. A la segunda, la echó porque en lugar de sacarle el conejo de la chistera, le sacó dos hijos, un apartamento y una demanda permanente por asistencia alimentaria. A la tercera, Rosa, a pesar de adivinarle las cartas (que ella le escribe a su exnovio), aún la mantiene porque nadie como ella se deja desaparecer las ropas mágicamente por los asistentes a los shows.
El repertorio del mago Teo Del Moyo siempre ha sido original y ha abarcado desde escapismo (un truco de gran ejecución fue el que logró al escaparse de una luna de miel a la que había llevado a la suegra), desapariciones (uno de sus famosas desapariciones fue cuando, frente a un público de 300 espectadores, intentaba desaparecer un elefante, pero lo que terminó desapareciendo fue al público; hoy día nadie sabe dónde están esas 300 almas) y desdoblamientos (su más famosa bilocación ocurrió cuando citó a tres mujeres en ciudades distintas y con las tres intimó al mismo tiempo. Las tres damas quedaron embarazadas por el mago. Él atribuye el éxito del truco a la mezcla de jugo de borojó y olviarse de seguir fútbol en TV por más de dos meses. Aunque los tres bebés que nacieron parecen ser de raza africana, el mago Teo Del Moyo se ha negado a que se practique una prueba de paternidad).
Una de sus últimas y más aclamadas ilusiones la realizó en el Empire State. Levitó por cuatro horas con total éxito, hasta que por un error humano (alguien había cortado una cuerda), Teófilo del Moyo cayó de una altura de 400 metros. Por fortuna, una multitud de aficionados lo recibió con alegría y orgullo (aunque todos ellos perecieron). Con su fortuna compró tres equipos de fútbol (el Nothingham Forest de Inglaterra, el América de Cali de Colombia y el Necaxa de México) y estima a desaparecerlos en menos de un quinquenio. El proyecto va viento en popa.
En la imagen, un joven mago Teo durante su truco de escapismo marital.
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