LA MECÁNICA DE LOS CELOS
Una mujer
despechada es más peligrosa que una culata recalentada, y
exactamente a eso se enfrenta ahora el mecánico automotriz Parmenio
"el Mofle"
Tibaquirá, aunque no pueda imaginar
todavía cuán creativa puede ser la revancha de su esposa Valeria
"Vala" Merlo. Aquí su historia:
El
Mofle un día se muestra, asombrado y ofendido al saber que su esposa
nuevamente lo acusa sin pruebas de haberla engañado, pero ofrece a
continuación una explicación contundente de las medias de mujer
halladas en uno de sus bolsillos: "son para templar la boquilla
del embrague". Vala le grita “pelafustán”
y le quita de golpe las medias. Vala llama a su padre y hermanos en
busca de ayuda, pero vuelve a encontrar cierta resistencia y un
marcado escepticismo por parte de ellos, pues aún deben purgar siete
años de condena. Como la familia de Vala está particularmente
encantada con El Mofle y su habilidad para desvalijar, la obstinación
de Vala se torna aún más ardua. En un momento ella incluso pesca
una carta de su padre pidiéndole una “ayudita”
para un plan de fuga. Vala aspira a que el odio pueda volverse
selectivo, pero la respuesta de su padre y hermanos siempre es la
misma: "dígale al Mofle que ponga el coche a punto y que pilas
con los rodamientos". Cuando Vala se entera de la desidia de su
familia, se larga a llorar y avisa a sus íntimos que se olviden de
los afiches promocionales de estopas con sus respectivas modelos.
Mezclado con
la impotencia y la grasa para los bujes, el
Mofle sufre efectivamente las duras penas de amor. La verdad es que
la echa terriblemente de menos,
especialmente para el empuje. Vala se imagina todo esto y percude sus
débiles defensas y guardafangos: le tira insinuaciones, tuercas y
chumaceras, y le envía mensajes ofensivos
a través de los crucigramas sin resolver. Una noche de tormenta e
inundaciones, cuando la ciudad entra en emergencia y caos, el
Mofle la rescata de su Ford 57 donde ha quedado atrapada junto con
sus dos amigas. Empapada y agradecida, un poco asustada por el
recalentamiento, ella lo hace entonces pasar de nuevo a la casa, le
sirve unos pellejos y se pone a tiro. El Mofle logra llevársela
fácilmente al taller, y todo es tan delicioso como siempre. Sólo
que por la mañana él comienza a actuar como si ya se hubieran
reconciliado y como si estuviera de nuevo al mando del timón, sin
saber que ella aún no ha terminado su revancha. Un mes más tarde,
alguien viraliza fotos desnudas del Mofle. No son imágenes
estéticas, sino algo groseras y vergonzosas al lado del gato y
mostrando sus llantas. Por Facebook se entera de que Vala merodea a
sus cinco latoneros más próximos, y el colmo de los colmos llega
cuando Vala se saca una selfie con el electricista. El Mofle lucha,
no obstante, contra ese ponzoñoso e inconfesable sentimiento, y
busca dar definitivamente una vuelta de tuerca a la página de su
vida perdonando a Vala y siguiendo con la búsqueda de mujeres que
quieran compartir sus medias para templar la boquilla del embrague.
Foto del Mofle con uno de sus amores recalentados.
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