LA HISTORIA PROHIBIDA DEL MAESTRO GARRAPATEA ZEA

Garrapatea Zea es un profesor de música común y demasiado corriente. Él les enseña el órgano a un grupo de monjitas dos veces por semana y suelen invitarlo a que las afine cada fin de mes. Es apasionado, coqueto y afable, dueño de una sensibilidad artística, y se nota que después de haber sido un hippie mal alimentado con ínfulas de ser Julio Iglesias, realineó sus expectativas, se recortó el pelo y la barba, abandonó la poligamia y aceptó ingenuamente la docencia musical como el mejor destino posible para su esposa Anacrusa y sus siete hijos.

El problema en la historia de Garrapatea empieza por su padre, anciano veleidoso que no encubre su preferencia por su hijo menor: Bendito Zea, un gerente bancario cuarentón, especialista en embargos y tasas de usura, que hace gala de su flamante palo de golf y que se pavonea con los resultados de su faloplastia. Su padre se deshace en elogios y le da pie a monólogos que Bendito brinda acerca de sus estudios en Estafa, Escuela de Tarifas para Explotación Financiera. Cuando se reúnen en familia y Bendito y su padre se regocijan, Garrapatea siente que es el momento propicio para mostrar con bombos y platillos el nuevo embarazo de su esposa.

Su padre esperaba mucho de Garrapatea y solo le dedica algunos sarcasmos y mofas. Garrapatea narra tímidamente algunas anécdotas y su padecimiento por un forúnculo, producido por estar horas sentado enseñándoles el órgano a las monjitas. Ese tema punzante llama la atención de Conga, la novia negra de su hermano. El inequívoco lenguaje corporal que adopta mientras pela y se come un banano, ponen a tono a Garrapatea. Él se da cuenta de que le está coqueteando sutilmente, y que en otros tramos del almuerzo la mujer le echa miradas intensas y disimuladas que él percibe y que por lo tanto devuelve. Siente ahora un vibrato corporal al detectar que ella lleva la batuta en la seducción. Mientras su padre y Bendito reniegan por la ley antimonopolios, Garrapatea abandona el escenario y sigue con sordina a Conga, que se encuentra detallando la marimba de Garrapatea. La pesquisa no hace más que confirmar las primeras impresiones: “Ella quiere estar a mi-la-do”, piensa él. La mujer se le insinúa al bohemio de las fusas y deciden emprender silenciosamente la fuga. Garrapateo, exaltado, sabe que en el campo de la pasión, nuevamente le sonó la flauta.

En la imagen, Garrapatea tras haberles enseñado a afinar el órgano a las monjitas.

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