UN AMOR DE HALLOWEEN

Los editores de Echemos Vaina presentan una de las más aterradoras historias sobre el fin de un amor. Advertimos que este relato no es apto para sensibles.

Nostradamus Barrunto no era agraciado ni brillante. Por el contrario, era un litógrafo pobre y acomplejado. No obstante, para sorpresa de él y de sus amigos, logró cautivar a la chica más atractiva del barrio en un baile de disfraces. El abismo estético que los separaba era enorme. Ella pensaba que la fealdad de Nostradamus era producto de un buen trabajo de maquillaje. Cuando intentó levantarle la máscara para besarlo, las fuertes expresiones de dolor de Nostradamus lo delataron: ella nunca se imaginó que él no hubiera ido disfrazado a la fiesta de Halloween.
Esta situación fue minando su confianza y al final se produjo lo tan temido, la profecía autocumplida: Nostradamus se quedó solo en la fiesta. “Las mujeres los prefieren rubios”, manifestó. 
Tremendamente dolido, Nostradamus buscó entonces una novia más cercana a su estética para que no lo abandonara, y así evitarse a cualquier costo el mayor de los dolores por encima de las almorranas: la traición.
La chica más compatible con la galanura de Nostradamus se llamaba Mercedes Gracia. Tampoco carecía de desencantos: sus ojos brotados por la constipación, un marcado prognatismo y sus verrugas resaltaban una belleza peculiar. Nadie se fijaba en ella hasta que Nostradamus clavó su mirada y pocas horas después clavaría algo más: sus expectativas.
La transformó rápidamente en su mejor amiga y en poco tiempo era su prometida. Mercedes por primera vez se encontró con otro mundo al sentirse amada y deseada. Se sintió, de inmediato, obligada a embellecerse para corresponder al afecto y al apetito de Nostradamus. Cambió de apariencia, modernizó su vestuario, se maquilló, se peinó, se bañó, y se volvió adicta a subir escaleras para el fortalecimiento de los glúteos. De regalo Nostradamus le cumplió uno de sus sueños: la modificación de la quijada y la extirpación de las condilomas. Tres meses más tarde, Nostradamus estaba orgulloso y los compañeros de trabajo de Gracia, decididamente calientes. Los hombres le empezaron a decir cosas bonitas por la calle y los obreros la acosaban. Fue un cambio radical y Nostradamus empezó a presagiar de nuevo el Apocalipsis, aunque su madre lo tranquilizaba: “Nostra, mijo, recuerda que el amor siempre vence. Mi sexto sentido me dice que ella es el amor de tu vida”.
Mercedes, mientras tanto, pasaba demasiadas horas extras, agotadoras jornadas de trabajo nocturno donde aprendió a conocerse a fondo con uno de sus atractivos compañeros de trabajo, Ubaldo Matildo Chape. Una tarde Nostradamus llevó a Mercedes al Crucero del Amor, un reconocido motel en el sur de la ciudad. Al notar la apatía de Mercedes en la intimidad, Nostradamus le preguntó: “Se trata de otro hombre, ¿cierto? ¿Qué tiene él que no tenga yo?” Mercedes solo atinó a tocarle la mejilla, lo abrazó, lo arropó, lo miró a los ojos y le dijo: “No, te equivocas. No es otro hombre. Es el mismo. Ubaldo Matildo, el empacador de la empresa. ¿No te parece un tipo lindo?”.
Minutos después, Mercedes armó las valijas y pidió un taxi. Nostradamus le pidió que se quedara, pues había pagado seis horas. Pero ella hizo caso omiso a las súplicas y se marchó. Así se materializó la profecía que Nostradamus había barruntado: "El amor, una vez más, me ha vencido”.

Foto de Nostradamus al cabo de pagar las seis horas en el Crucero del Amor.


Comentarios

Entradas populares de este blog

LA HISTORIA OCULTA DE ABBA

LA MALINTERPRETADA (O PARIDA) VIDA DE HIERONYMUS BROCHA, EL TOSCO