El caso Sorobabelia

Sorobabelia era una docente de preescolar y se había enamorado de un fotógrafo de revistas para adultos. Un joven de cuarenta y dos años que había dado varias veces la vuelta al mundo retratando la impudicia y que estaba harto de ser rechazado por sus modelos. Se llamaba Valiente Kossa y en un encuentro de solteros y solteras, no pudo evitar coquetear con la veterana Sorobabelia de treinta años. La maestra se había separado hacía tres años de un docente de ciencias por falta de química. Sorobabelia se sorprendió a sí misma respondiendo las insinuaciones. No pudo resistir llevárselo a su casa la primera noche, y llamó al colegio por la mañana para decir que tenía una calentura que le impedía ir al trabajo.

Esa mañana, Sorobabelia solo se reincorporó de la cama para cocinarle a Valiente un caldo afrodisíaco y atender a los vecinos molestos por los aullidos. Durante esa semana no hizo sino escribirle correos y llamarlo tres veces por día para recordarle que era más feliz que nunca y que quería presentarle a sus papás. Valiente solo atinaba a responderle “gracias, pero ¿con quién hablo?”. A las tres semanas, ella no podía dejar de pensar en los nombres de los hijos que quería tener con él. Ella lo llenaba de mimos, regalos y likes en su página oficial, y él aceptaba las ofrendas manteniendo distancia y bloqueándola en sus redes sociales. Para sacarle un "te quiero", Sorobabelia tuvo que esperarlo dos meses, y fue cuando él estaba beodo. En este tiempo, la única vez que Valiente le cogió la mano en público fue con la puerta del carro. Sorobabelia le daba así más importancia y futuro a esa relación que Valiente. 

Para Valiente los anteriores fracasos lo habían dejado alerta e inmune. No creía en el amor. Esa desigualdad no tardó en desvanecer el romance. En el viejo juego de la seducción, ella se entregaba y él se aprovechaba. Ella era capaz de cualquier cosa por estar con él. Si el fotógrafo tenía algún problema de salud, Sorobabelia se hacía cargo. Si el fotógrafo tenía problemas para conseguir modelos para sus portadas, Sorobabelia hablaba con sus amigas y familiares. El hombre no se sentía acosado sino protegido, pero hacía oídos sordos a los reclamos de correspondencia. La ilusión de Sorobabelia era que Valiente algún día dejara de trabajar y pudiera dedicarse despreocupadamente a ella. Valiente siempre rechazó la oferta y le recomendó un psicoanálisis, ojalá con choques eléctricos. Sorobabelia asistió entonces a una terapia de grupo para adictos al matrimonio, creyendo que el origen de su mal residía en la inmadurez emocional. Allí le aconsejaron dejar por un semestre a Valiente, internarse en un manicomio y leer a Tesuda. Seis meses después, convaleciente y sin ansiedades, Sorobabelia quiso regresar con Valiente, pero para su sorpresa el joven fotógrafo estaba recientemente casado.

En la foto, Valiente a punto de cogerle la mano a Sorobabelia.

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