LA HORA MALA DE JUANITO MALAHORA

Por @NDVelon

Juanito Malahora, muy conocido en los círculos nocturnos de Bogotá como Juan Zapata, se colgó de la viga principal del techo del coliseo del colegio donde trabajaba y murió ahogado. Nadie lo creía. Zapata, como tiernamente le decían sus más allegados enemigos, era un hombre fuerte que había logrado superar muy duros obstáculos que la vida le había puesto. 
Logró sobrellevar la muerte de sus dos primeras esposas, ambas bajo el influjo de una intoxicación con unos champiñones; supo sacar adelante a su hijo, y pudo entender que la vida es una larga lucha contra el tiempo, el espacio, el espectador y el magazín dominical.

Pero siempre mostró esa personalidad intrépida y ambiciosa, que lo puso en boca de todos muchas veces, y que le generó encontrones y dolores de cabeza en muchas otras. Y, cuando le preguntaban sobre su comportamiento dominante y arrebolero, siempre contestaba lo mismo: “Detesto perder.”

Por eso, el lunes 25 de abril de ese año, la noticia que le dio el doctor Firstman lo sacó de su estado meditativo, y no pudo soportar más de dos días su nuevo estado, por lo que decidió vestirse con ese traje gris que siempre usó para las fechas importantes (grados, reuniones de junta directiva, visitas del Ministerio), esperó a que todo el colegio hubiera abandonado las instalaciones, fue al coliseo, sacó uno de los lazos con los que las niñas de pre-jardín solían jugar luego del almuerzo en su oficina, y se colgó de la viga central. 

Alguna vez había intentado quitarse la vida, y ante el fracaso y la angustia por no haber logrado su cometido, solo atinó a decirle a uno de los paramédicos que llegó a atenderlo: “Casi me mato por tratar de suicidarme.”

Esta vez sabía que no podía fallar. Las condiciones estaban dadas. El dictamen de Firstman era contundente: había perdido el juicio.

Cuando la policía judicial llegó al lugar de los hechos, solo encontró una nota que decía: “Me dejé ganar. Decido hacer esto porque he perdido el juicio, algo inaceptable para mí. Hasta pronto. Los veré en el infierno… Desde el cielo, partida de ignorantes”.

El doctor Firstman, uno de los abogados de familia más importantes de la ciudad, fue el primero en llegar. Al ser interrogado por la policía, solo supo explicar que la esposa de Malahora le había interpuesto una demanda de divorcio y que era poco lo que se podía hacer: probablemente el juez le daría la razón a la mujer y él tendría que acatar el fallo. Malahora le había dicho, como siempre, que hiciera todo lo que fuera posible, hasta lo imposible, para no perder el juicio. Pero el abogado agotó todos los recursos y debieron aceptar el fallo. Él, Firstman, sabía que Malahora no aguantaría un revés. Terminó afirmando, mientras miraba cómo descolgaban a su viejo cliente: “Le quedó grande la derrota”.

En la imagen, Malahora afinando la cuerda.


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