Una mujer casi perfecta

Clemente Tito Gacharná venía de decepción en decepción. Nunca había querido saber nada de irse de la casa, de trabajar y mucho menos de las páginas de citas, pero sus padres lo convencieron y se arriesgó a abrir una cuenta en Tinder, donde encontraría a una mujer casi perfecta. Compartimos su historia. 

Clemente estaba triste. A los 40 años, desempleado, dependiente de sus padres y experto en ser habitual consumidor de “pavo” en las fiestas, esperaba encontrar una mujer joven, bonita e inteligente que lo mantuviera. Tenía que estar en algún lado; la imaginaba sonriente y con un cartel que dijera: "Hazme tuya, Cleme". Un día decidió encontrarse a tomar un café con una nueva candidata, referenciada por su madre. Cuando llegó, ella estaba de espaldas: cabellera abundante y un collar de perlas fueron buen augurio. Clemente al verla de frente advirtió que ella era un amor imposible. “Es imposible que me enamore de eso”, pensó. Ya de vuelta en casa, llamó a su sicólogo y lloró su desconsuelo. "¿Cómo puede ser? No quiero estar solo, quiero una compañera de ilusiones que me tienda la cama, me mime y me apoye. Quiero una nueva vida. Pero algo debo estar haciendo mal, no estoy buscando bien", dijo, mientras del otro lado le anunciaban “número equivocado”.
Fue un rato después de ese desahogo que decidió intentarlo nuevamente. Entró a la página de citas recomendada por sus padres y ahí la vio. La foto era de una brasilera rubia, amante del fútbol, con PhD en Música, huérfana y sin hijos. Decidió contactarla. Por un par de cosas que ella le respondió se dio cuenta de que Mapaná Amante du Peloteiros (así se llamaba) quería dialogar, conocerlo, no especular ni perder el tiempo. Supo entonces que tenía 26 años y gustos parecidos en música y en comidas a los de él; se enteró también de que nunca había estado con un hombre y que estaba ardiente (y no era fiebre). Intercambiaron teléfonos y él la llamó enseguida del móvil de su padre. La cita fue al día siguiente. En cuanto se pusieron a charlar, Clemente se dio cuenta de que había coincidencias, se sentía cómodo junto a ella y que no lo criticara por su podobromhidrosis fue una revelación. "Era una mirada clara, franca, no veía que estuviera ocultando nada. Toda su gestualidad era de sinceridad. Noté su honestidad y transparencia. Era la mujer perfecta", cuenta hoy Clemente, dos años después. Al despedirse en la esquina, Clemente sintió que ella quería abrazarlo, así que no dudó en complacerla. Fue un momento único. El abrazo duró cerca de cinco minutos. Notó cómo las manos de la brasilera recorrían todo su cuerpo. “Ella tenía toda la intención de palpar mi humanidad, mi ser. Sentí que Mapaná quería fusionarse conmigo en ese mágico instante. Éramos un sólo cuerpo”, recuerda Clemente.
Ya en casa y preocupado por no encontrar su billetera, buscó reportarse de manera inmediata con su nuevo amor. Su intento fue infructuoso. El usuario de Mapaná ya no existía y el número telefónico estaba desconectado. Hoy, dos años después, Clemente está triste. A los 42 años, sigue desempleado, viviendo con sus padres y consumiendo “pavo” en las fiestas, esperando encontrar a esa mujer joven, bonita e inteligente para que le devuelva su billetera.

En la foto Mapaná después de los abrazos y de notar la podobromhidrosis de Cleme.


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