Alfredo Bryce Echenique escribió alguna vez “mi patria son mis amigos”. Bryce es escritor. Quizás si hubiera sido un futbolista, el Chumpitaz de su país, no hubiera ni pensado en ello. “La patria es la selección”, quizás hubiera pensado. Porque para un futbolista, y también para todo deportista, no hay alternativa: representar a su país es la gloria. Y a decir verdad, no debería ser así. ¿Quién lo dijo? No está en las escrituras. En esa época ni había tarjetas amarillas y la pantaloneta cubría las pantorrillas. El fútbol estaba prohibido, de hecho, desde que los filisteos golearon a los de David en un amistoso. A los periodistas deportivos, los hinchas, los dirigentes se nos pone la piel de gallina al decir “¡se juega por la patria, por la camiseta, por el honor!”. Se juega por un largo etcétera que bien no podemos definir. ¿Qué es jugar por la patria? ¿Hacer felices a 45 millones de un país? Eso suena egoísta. Si quieren reír, mejor lean a Bryce o a Fontanarrosa. Si quieren estar...